"Todo visitante debe ver los aposentos de Felipe II al lado izquierdo del presbiterio. Allí muestran la pobreza de que vivió rodeado y la triste cama donde expiró. El turista ingenuo pone su carne de gallina ante tanta humildad, pero el historiador -¡oh estorbo de la erudición!- sabe que eso es falso; el lecho de Felipe II era de fina caoba, incrustado de joyas y camafeos, con un costo de tres millones de maravedíes".
Francisco de la Maza, Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía
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